16 Jun Jueves de Cine en Casa Buñuel: Juan Carlos Rulfo entrevista a Toni Kuhn
Toni Kuhn es un cinefotógrafo nacido en 1942 en Biel-Bienne, Suiza. Hacia 1964 llegó en barco al puerto de Veracruz visitando México por tres meses, quedándose más de 50 años seducido por la belleza del país, comentó con humor.
“¿Cómo supiste que el cine era lo tuyo?”, preguntó el cineasta Juan Carlos Rulfo, hijo del escritor Juan Rulfo, cuyas fotos han trascendido en el mundo artístico por su gran sensibilidad. Siempre alegre, Kuhn respondió que tras haber conocido la película Un condenado a muerte se ha escapado (1956) de Robert Bresson a los 16 años, hecho preponderante que lo marcaría para siempre. De esa película entendió que existe otro lenguaje que no es el hablado con palabras, como el suizo alemán por parte de su padre, el francés de su madre o el español adoptivo. El lenguaje cinematográfico le llamó mucho la atención, motivándolo para dedicarse de lleno a la imagen.
Recordó a que a los 14 años le regalaron una cámara de 8 mm con la que hizo sus primeros ensayos en el ámbito de la “manipulación del tiempo”. Antes de arribar al mundo del cine, contó su trayectoria previa en el mundo de la Historia del arte en las Universidades de Berna y Zurich. Más tarde en 1966 comenzó a estudiar cine en el CUEC para aprender sobre el momento creativo y no tanto sobre su glosa histórica. Si Jorge Fons es de la primera generación, precisó, él es de la cuarta o quinta. De entre sus memorias de aprendizaje comentó que al inicio fue en la cafetería de esa institución donde se llevaron a cabo todo tipo de pláticas sobre el cine. Algunos de sus maestros fueron Manuel Álvarez Bravo, la mismísima Rosario Castellanos, el cuentista Edmundo Valadés y Antonio Reynoso, quien lo introdujo en el mundo de la cinefotografía y que en 1958 dirigió la película El despojo (1960) con guión de Juan Rulfo.
Recientemente, debido a la contingencia sanitaria, había estado haciendo en casa, ejercicios con una cámara que le prestaron en torno a la pregunta fundamental: ¿qué es el encuadre?, “hay que crear un interés visual en los encuadres”, anunció con modestia entre lo que se presiente más bien como una teoría de la percepción.
Sergio Jiménez le dijo en una ocasión durante el rodaje de Constelaciones (1979) de Alfredo Joskowicz, que era un geómetra, es decir, que era tan cuidadoso que incluso le impedía trabajar al actor, experiencia que le haría entender que cada departamento tiene su importancia, refrendada por otra filmación, el documental Ni olvido ni perdón (2004) de Richard Dindo.
Rubén Gámez, por otra parte, le enseñó que “se le puede dar muchos codazos a las convenciones”, lo que condujo el hilo de la conversación hacia el tema del cine experimental. “El cine no se ha terminado de explorar”, afirmó contundentemente, por lo que es necesario seguir procurándolo, lo que se entiende con naturalidad dado que la fotografía es ya una búsqueda constante.
“Hacer cine es estar en una tensión constante”. Trabajó con Alex Phillips, quien le enseñó a contrarrestar esto, quien por cierto también fue su maestro en el CUEC. A su vez comentó que en la película Crates (1970) de Alfredo Joskowicz, inspirada en el discípulo del filósofo Diógenes, comenzó a profundizar con el director en esta tensión constante, particularmente con el preponderante tema de la exploración de la luz como cuando tuvieron que grabar la escena de un parto en una cueva en Santa Fe con muy pocas posibilidades de iluminación.
Sobre lo impredecible de lograr una toma refirió una escena de Ora sí ¡tenemos que ganar! (1978), de Raúl Kamffer. Relató: “un minero está atrapado en la mina. Hay un momento en que el minero sueña con su mujer, interpretada por Patricia Reyes Spíndola. Fue fantástico hacer una escena de la neblina en el bosque. Había que aprovechar la neblina, que son de esos giros imprevistos de la naturaleza que hay que disfrutar”. Ahí trabajó con Chucho Zavala, un espléndido gaffer, o técnico de iluminación, quien le aseveró que “en el cine se puede todo”, como refrendando una vocación por lo experimental o la búsqueda del momento exacto.
Ante el puntual cuestionamiento de su interlocutor, contó su experiencia de trabajo con Ariel Zúñiga, asistente del fotógrafo, periodista y crítico Alexis Grivas, con quien recordó haber colaborado en El diablo y la dama (1983), donde también se encontraba Juan Mora, otro fotógrafo notable.
De su experiencia al trabajar en telenovelas comentó una experiencia significativa: recordó el olor a cárcel en Televisa que se parece al del reclusorio de Almoloya donde hizo uno de sus primeros documentales con José Barberena, Almoloya de Juárez (1972). “En Televisa hay miedo de los empleados de que los corran de un día para otro y en las cárceles hay miedo de que los familiares de los presos no tengan qué comer. Eso produce un sudor o algo que hace que los olores se parezcan. Televisa es un lugar de explotación”, contó con un aire de misterio.
En el año 2015 hizo el libro Toni Kuhn: La noción del tiempo, y también tiene publicado el tomo Otros sueños, dedicados al tema de la fotografía fija.
Al regresar al tema de la luz natural en el vaivén de la nutrida charla, comentó que hay iluminación teatral hecha para que luzca el actor, es decir, la iluminación apoyada con mínimas luces para ayudar a la expresión o ayudar a entender lo que le pasa con el personaje en turno. Particularmente, él nunca le ha dado preferencia al actor sino al espacio mismo abordado por las sutilezas de la luz. Ello es fundamental porque aumenta el realismo y por lo tanto la credibilidad de la historia, como haciendo un contraste respecto al desempeño actoral.
Orillado por la luz misma como si la conversación quisiera convertirse en un encuadre de entre los tantos que se pueden explorar en su trabajo, recordó sus primeras aproximaciones al tema de la luz de la mano de su madre, pintora que hizo las veces de su primera maestra en el tema. “La luz natural es mejor que estar iluminado”, sentenció, a la par de que “uno no sale a tomar fotos, la situaciones se presentan”, por lo que siempre lleva en su cinturón una cámara, a la espera de ser llamado por el tiempo mismo a un espacio preciso, no fortuitamente.
La charla finalizó semejante a la manera en que inició, con comentarios varios sobre la teoría de la luz, de la que afirma respecto al encuadre que, dado que la visión humana es más bien elíptica que rectangular, así sus obras han procurado un acercamiento oval a la creación fotográfica.
De las nuevas generaciones presentó sus correspondientes honores al documental Retiro (2019) de Daniela Alatorre, y a la película La camarista (2018) de Lila Avilés, elegida por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para representar a México en los Premios Oscar 2020.
Su comentario final consistió en una crítica al TLC, que permitió una enorme difusión del cine estadounidense en detrimento de los trabajos nacionales.
Agradeció con humildad al mundo y a México. El maestro Kuhn ha sido ganador del Premio Ariel en tres ocasiones y es miembro emérito de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.